14 septiembre 2005

Cementerio de Animales


La planta de maíz transplantada al Jardín Coronado

11- Once
CEMENTERIO DE ANIMALES

La obra de la casa nos llevó a remover la tierra del fondo.
Yo no quería, pero era necesario.
Bayo estaba allá, también las gallinas, el gatito que mató mi abuela María, los pollos doble pechuga, Sultán (el perro más malo que conocí hasta ahora), Datsi y Canela, las perras de mis tíos de la capital.
Nada quedó de ellos, nada. Volvieron a la tierra después de tantos años.
Los recuerdos se disparan en el fondo de casa: es especial este lugar.
Todas las cosas de mi infancia pasaron por allí, ahora que lo pienso.
¿Tendrá este sitio algo misterioso, como la entrada a otra dimensión?
Esa es la pregunta que me hago siempre.
En mis sueños siempre termino caminando por el terreno y atrás me encuentro con mis seres amados que ya no están aquí.
¿Serán sueños o mi alma sale a buscar el umbral del espacio-tiempo oculto?
Frente al galpón me despedí de mamá, de papá, de Pulga.
Y por las noches escucho a los animales, aunque no me crean.
Pero no me da miedo.
Recuerdo el día que enterramos al gatito con mamá.
Yo era muy chico, no entendía bien qué había pasado.
Sólo recuerdo a mi abuela, cuando el gato estaba jugando con la sábana blanca tendida para que se seque al sol, en la soga que atravesaba el terreno.
Vi a la abuela acercarse con un palo y darle un golpe en la cabeza.
Micifuz dejó de jugar y de moverse: yo lo vi todo.
Entonces apareció Noemí a los gritos: ¡ Asesinaaaaaaaaaaaaa!! Y yo comencé a llorar con Ale, mi hermano.
Mamá siguió insultando a la abuela por un rato y con mi hermano llorábamos a más no poder, mamá nos abrazó a los dos, nos llevó a casa y nos explicó que el gatito había muerto y que quizás era mejor así, ya que con el golpe que recibió seguro quedaría paralítico y sufriría mucho.
De esta manera nos convenció y fuimos los tres a darle sepultura.
Ma hizo un pozo y luego lo acostamos adentro. Le tiramos tierra, y con las cañas que nos habían quedado del barrilete con Ale hicimos una pequeña cruz.
Yo en ese momento no estaba enojado con mi abuela. Mamá sí y mucho. Más tarde llegó papá, y me acuerdo de sus lágrimas cuando ella le contaba lo que pasó.
Bayo miraba todo de lejos, creo que estaba triste también.
Con mi hermano no comprendíamos bien eso de la muerte, del entierro, éramos chicos.
Con mi abuela matábamos las gallinas para comer. Yo sostenía las patas y ella hacía una incisión en el canaruso (el cogote), juntaba la sangre en una fuente y después con eso hacía una especie de tortilla que era muy rica. Después que se desangraba el animal, lo sumergíamos en agua hirviendo y comenzábamos a pelarlo.
A la noche...¡Puchero de gallina!
Hoy seguro no lo haría.
A la semana del episodio del gato, ocurrió algo más sorprendente todavía.
A la madrugada desde casa, sentimos un gran alboroto en el gallinero.
Nos despertamos todos en casa y salimos con las lámparas de kerosene a ver qué pasó.
Fue una masacre.
Un grupo de comadrejas atacó a todas las gallinas. Estaban todas muertas, algunas con un mordisco en el cuello. ¡No lo podíamos creer!
A la mañana papá con un pala tuvo que hacer un agujero enorme, eran 20 ponedoras y 6 dobles pechugas. Algunas no estaban mordidas pero parece que se murieron del susto.
Otra vez con Ale hicimos una cruz y empezamos a entender un poco más de la muerte; entonces mamá no tuvo que explicar más nada.
En el costado del galpón escuché un ruido, pensé que sería una comadreja y papá se acercó con un palo; pero no, era una gallina que se salvó, ya que llegó a esconderse y no la vieron las asesinas comadrejas.
Ese mismo día Ricardo desarmó el gallinero y dijo a mamá: "Nunca más vamos a tener gallinas".
A mí me gustaba ir a sacar los huevos a la mañana, todavía estaban calientes. Nunca pude ver cuando una gallina los ponía, pero sí escuchaba el cacareo de alegría o de dolor, no sé en realidad por qué gritaban.
La gallina que quedó fue como una mascota, yo le puse el nombre de Cocó, y ella estaba suelta por el terreno como un perro, estaba junto a Bayo y dormía a la noche debajo de la pileta del lavadero, venía corriendo cuando la llamábamos por su nombre.
Vivió muchos años, Bayo ya se había ido y ella seguía con nosotros.
Recuerdo que esta gallina era carnívora; cuando preparábamos un asado teníamos que tener cuidado porque venía despacio si estábamos distraídos y se robaba los chinchulines.
Hasta que llegó Sultán, el cual se empecinó en correrla tanto para jugar cuando era cachorro, que Cocó murió de un ataque al corazón o acaso de vieja, eso creo en realidad.
Fue enterrada junto a sus compañeras varios años después.
Después de ella, le siguió el turno a Sultán y a las perras de mis tíos.

Nosotros ya lo tomábamos con naturalidad.
Nada quedó de ellos, nada queda de lo físico en este mundo.
Quedan los recuerdos, viven en cada uno de los habitantes de casa.
Viven en nuestro corazón.
Ahora las plantas del parque se nutren de esa tierra rica en minerales y desechos orgánicos.
Pero algo extraño ocurrió donde enterramos a la cocó, junto a la mora: creció una planta de maíz.

Los jardineros estaban por arrancarla y les pedí por favor que la transplantasen junto a las otras plantas. Así lo hicieron.
Hoy tengo una planta de maíz en medio de las flores y está hermosa.
Después de tantos años me dieron la señal de que están bien: es un agradecimiento a nosotros por haberlos atendido hasta su último día terrenal.
De alguna manera nuestros seres amados se comunican con nosotros.

¿Vos viste crecer alguna planta de maíz?... abrí los ojos, en algún lado nacerá.

Enrique Morel

El Velatorio de Pepo


Despedida de Ricardo a Pepo

10 – Diez
EL VELATORIO DE PEPO


Lo trajeron en una jaula.
Pepo lo llamó Noemí.
Recién le estaban saliendo las plumas
Yo estaba triste porque sabía que para tenerlo en casa se lo tuvieron que sacar a la madre loro, quizás matarla.
Pepo buscaba a la mamá, y la encontró, a la mejor del mundo.
Noe, enseguida se lo colocó en el hombro y comenzó a rascarle la cabeza con la uña del dedo índice. Pepito se entregó a las caricias de su nueva mamá. Y le saqué una foto, aún la conservo. Fue la última foto que le saqué a ma.
Ma, había sido dada de alta.
Estaba en casa muy contenta, lavaba ropa, después de varios meses internada y pasar por varios tratamientos.
Felices salíamos a hacer las compras y saludaba a todo el barrio.
Ella contenta porque estaba delgada, siempre quiso serlo y le sentaba muy bien.
Al otro día de traerlo al lorito a casa no quería comer la polenta que es lo q nos habían dicho que teníamos que darle.
Mamá le preparó la harina de maíz con una clara de huevo revuelta y con azúcar, comenzó a comer y a sentirse bien.
La adoptó como su propia madre.
Al tiempo mamá fue vuelta a internar y no retorno a Coronado.
Pepo la llamaba.
Era la segunda perdida del animalito en muy poco tiempo.
Era mi segunda perdida después de mi Pulga también.
Pasaron los años y la seguía llamando. Se hizo compañero de papá. Con el tiempo dejó de nombrar su nombre.
A mi no me podía ni ver el loro, desde el día en que le salvé la vida.
Si, lo salvé y desde eso no dejó que lo acariciara ni lo tocara más. Hoy me pregunto por qué.
Se cayó de la mesa al piso, Sultán nuestro perro malo, estaba esperando ese momento desde que lo trajimos a casa, por celos, se le abalanzó y yo de un manotazo se lo saqué de sus fauces.
Pepo tomó mi manotazo como una agresión hacia él, me mordió hasta sangrar, lo salvé de la muerte y el mató nuestra amistad.
Será que quería morir e ir con sus dos madres y no lo dejé ?
Yo lo quería mucho pero el no me perdonó dejarlo vivir.
Los dos seguimos viviendo, él se llevaba muy bien con papá y yo no tanto, no hablábamos mucho.
Después de muchos años, una mañana apareció muerto en su jaula, al verlo me puse muy triste y pensé, mandale saludos a tu mamá y a la mía.
Ricardo se levantó, y se puso a llorar como un chico.
Yo tenía que ir a trabajar asi que lo pusimos en una caja de zapatos, le pedí a papá que se calmara y salí de apurado como siempre.
Cuando llegué a la oficina, mis compañeros me dijeron: -Llamó tu papá , dijo que cuando llegues lo llames-
Qué más puede pasar...? - pensaba... y comencé a marcar el número.
Atendió. cómo lloraba ! nunca lo había sentido así desde que Ma se fue.
Se fue mi compañero. Gritaba, lloraba, y yo no sabía que hacer.
No lo voy a enterrar, lo voy a embalsamar me decía !
Pero cómo vas a hacer eso,? con que dinero ? sale caro pa! yo le decía...
Me dejó mi amigo! lloraba...
Calmate, cuando llegue a casa vemos que hacemos.
Trabajé pensando en que haría cuando llegue, no podía pedir por eso salir del trabajo me dirán que estoy loco - pensaba.
Hasta que en casa me encontré con una escena de Almodovar.
Papa sentado en el sillón, Pepo dentro de su ataúd de cartón sobre una banqueta al lado.
Era su velatorio
Lloraba, y no lo podía contener. -Se fue mi amigo-gritaba,
lo entiendo se pego mucho a Pepo después de la muerte de mamá.
Charlando lo convencí de enterrarlo en el terreno.
En su cajón papá le puso esta nota:


"17.01.92

29.11.00
8 AÑOS
10 MESES
12 DÍAS
PEPO
MI AMIGO
QUERIDO
NO TE VOY A
OLVIDAR"

Al leerlo me puse a llorar mientras hacía su tumba con la pala en la tierra.
Le puse unas piedras arriba para no pisarlo.
Ricardo no quiso ver el entierro, cuando entre a la cocina con los ojos rojos, lo miré a papá lo abracé y le dije llorando:
"Ya Pepo está con mamá"
Después de años y por la reforma de la casa encontré la jaula de Pepo y eso me trajo este hermoso recuerdo.
El cuerpo es como una prisión para el alma, cuando lo dejamos, nos reencontramos con los que amamos.
Ya no sufro más por que parten los seres queridos, los disfruto, se los digo, se los demuestro, mientras los tengo a mi lado.
Tarde o temprano se abrirá la puerta de la jaula terrenal, y nos estarán esperando.
En las mañanas tranquilas de Coronado, a veces me parece escucharlo gritando: "La papa para Pepo, NoemiiiiiiiiII"
y alguna carajaeda que ma le enseñó.

Enrique Morel

Pudiste?



Primer rosa del Jardín Coronado

9 – Nueve
PUDISTE?

Pudiste sentir mi abrazo?.
Te has dado cuenta ya, esa fue mi despedida.
Estuve a tu lado como tu ángel de la guarda
Hasta que encontraras la salida.

Pudiste sentir mi beso en tu mejilla?
Fue el beso de amigo que te debía
A tu lado estuve, siempre, no te he dejado
donde estabas vos, yo te seguía.

Pudiste sentir eso en el aire, mi presencia
Era yo que traspasaba tu carne mortal
Siempre estuve en tu cuerpo rozándote
el viento de la cordillera lo sabía.

Pudiste sentir que yo era el otro
Sabes que estaba con quien estuvieras
Entraba y salía de los cuerpos cercanos
cómplices sin saberlo de mi osadía.

Ahora, estas en buenas manos
Pudo verme en la despedida
Tenés un ángel en vida que te cuida
Igual soy parte de él, te diste cuenta?

Pudiste sentir mi abrazo?
Era yo, si, se que pudiste.
Mi abrazo es un hasta luego, hermano
Mi abrazo y el de él, total sincronía.

Sentís ahora, en este momento
Mi beso en tu mejilla?

Enrique Morel