23 agosto 2005

Cañaveral


Nuevo Cañaveral del Jardín Coronado

7-SIETE
CAÑAVERAL


Que hermosos se ven los barriletes en el cielo, acariciando a Dios.
Las cañas secas se agitaban con el viento del Otoño de Coronado.
Que lugar inaccesible y misterioso era, el impenetrable, el cañaveral de la otra cuadra.
Para ingresar había primero que saltar el arroyo ya que no había puente. Tomar carrera y dar ese salto enorme, no todos los chicos se animaban a hacerlo.
Con el sol las hojas ya amarillas de las cañas parecían de oro.
Pero teníamos q entrar, era época de hacer los barriletes.
Buscar la madera justa para hacer mi Media Bomba Media Estrella, o la Estrella.
Cada pibe salía del impenetrable con su caña y se dirigía a su casa.
Papá era muy bueno haciendo cometas, en especial haciendo los tiros, los medía con la precisión de Tornero que era su profesión.
En la cuadra había chicos que los hacían con papel barrilete, nosotros no podíamos ya que era caro asi que los armábamos con papel de diario y los que armábamos nosotros eran los que llegaban más alto de todos.
Volviendo a la caña tenía que ser una especial, ni muy gruesa, ni muy fina, flexibles, seca y fácil de cortar.
Papá se encargaba de cortarla en cuatro para poder armar dos cuadrados, despues se cruzaban y boalá nuestra estrella estaba lista para empapelarla.
Esa era una tarea delicada, el engrudo tenía que estar con la consistencia justa, el grosor del dobles del papel tenía que ser lo suficientemente corto para que no pesará mucho y lo delicadamente estético y fuerte para que resista el viento.
Una vez seco venían los Tiros a cargo de Papá.
Seguido venían los flecos y la cola.
Los flecos los cortábamos con ale y los pegábamos con sumo cuidado alrededor del hilo circundante de las puntas de la Estrella.
Luego entraba en la confección también mamá, era la encargada de hacer la cola, pareja y larga con alguna sábana vieja o recorte de un mantel que no sabíamos de dónde lo sacaba, yo creo que los guardaba especialmente para eso, nunca se lo pregunté.
Llegaba el momento de la verdad. La primer prueba.
Subíamos los cuatro a la terraza, papá nos comandaba y era el comandante en jefe de aquel objeto volador identificado.
Pasábamos horas remontándolo. Hasta que comenzaba el frío, y bajábamos a tomar la leche.
El cañaveral no existe más.
Un verano caluroso se incendió. Todos los vecinos hicieron lo posible por apagarlo pero no hubo caso, ni una caña quedó.
Con los años lotearon el terreno, los compraron y hoy hay casas en el lugar q ocupaba.
En algunas casas, tienen cañas como setos naturales para conservar la intimidad, al verlos cada día que paso cuando me dirijo a mi trabajo me acuerdo de nuestro viejo y querido cañaveral.
Y cuando miró a los chicos remontando barriletes plásticos me acuerdo de las Estrellas Voladoras que papá nos enseñó a armar.

Enrique Morel

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