18 agosto 2005

Fuegos artificiales


La espera del perro

6-SEIS
FUEGOS ARTIFICIALES


Recuerdo las fiestas de fin de año de mi infancia.
Siempre terminábamos Bayo y yo debajo de la cama de mamá.
La Abu, de un lado de la cama, llamándome para que vuelva a la mesa.
Bayo, mi perro amigo y compañero, tenía el mismo miedo que yo a las explosiones.
Siempre pasaba lo mismo.
Cuando comenzaban los estruendos, los dos bajo la cama nos mirábamos aterrados y yo lo abrazaba y le decía: “ Ya va a pasar Bayito”.
Con mi can teníamos una relación muy especial, éramos hermanos.
En esa época no se hablaba del horóscopo Chino, ahora sé que soy del signo Perro y de metal.
Bayito era un perro mediano color beige claro. Jugábamos juntos y corríamos por el parque de la casa de Coronado.
A la noche dormía sobre una bolsa de alpillera dentro del comedor, al lado de la mesa.
El juego favorito de él era jugar a que yo le sacaba la bolsa: la pisaba con las patas de adelante, desafiándome a que vuelva a intentar sacársela, parecía reír conmigo y siempre me dejaba ganar, pero yo le devolvía su cama para que duerma más cómodo.
Guardián y atorrante por naturaleza, nunca lo pudo agarrar la perrera que era el terror de los chicos de cuadra.
Cuando se divisaba el camión todos gritábamos “¡Viene la perrera!” y todos corríamos a proteger y salvaguardar a nuestras mascotas.
Pero un día nos tomó por sorpresa. Cuando nos dimos cuenta Bayo tenía el cordel en el cuello y lo querían subir para meterlo en el camión que era una cámara de gas.
Salimos con mamá y Ale a los gritos, mamá le decía al asesino de todo menos bonito, nosotros llamábamos a nuestro perro a los gritos.
Y pasó lo inesperado: ante los gritos y malas palabras el hombre que lo sostenía se distrajo y aflojó por un segundo la cuerda y Bayo escapó.
También me acuerdo de los fuegos artificiales de la Kermesse de la Plaza Manzanares.
Una lluvia de luces y de explosiones que hacían que mi compañero y yo la pasáramos bajo la cama grande temblando.
Y no había forma de que nos sacaran de allí hasta que terminaran.
Con los años Bayo y yo no jugábamos tanto, yo me hacía adolescente y él viejo, con mis 13 años él cumplió noventa y uno; canoso y todo a veces reía y trataba de hacer el juego de la manta de arpillera.
Una mañana calurosa no se despertó.
Lo enterré en el fondo con su mortaja de arpillera, junto a las gallinas, gatos y otras mascotas de nuestro cementerio de animales.
Lloramos mucho con mamá, se había ido nuestro amigo, mi hermano.
Fue el primer ser que se alejó de esta vida y mi compañero de fobia a las explosiones.
Con el tiempo superé esa fobia, Bayo nunca pudo.
En mi corazón vive mi preciada mascota y en las fiestas o cuando hay fuegos artificiales en Coronado, voy y miro debajo de la cama y le digo a Bayito :” Ya va a pasar...” y en las noches tranquilas cuando no sopla ni el viento me llama ladrando al fondo para jugar.

Enrique Morel

No hay comentarios.: